En 1971, a las 4:20 de la tarde, en la secundaria San Rafael de California los estudiantes se reunían a fumar marihuana a ritmo de Beatles, hippies y la consigna de hacer el amor en vez de la guerra. Así nació el 20 de abril o 4-20, como señal de rebeldía y contracultura para recuperar para todos la marihuana que había sido raptada con la prohibición de los racistas y demás agentes de lucro en 1935.
La prohibición de licores en Estados Unidos duró hasta 1933, fue un fracaso en múltiples frentes desde su inútil propósito de disminuir alcohólicos, hasta la caída en agricultura, economía, impuestos y la sustitución de bares y salones por sitios clandestinos, todos contribuyeron a la corrupción y rápido surgimiento de mafias traficantes que hasta el día de hoy se nutren de las políticas de prohibición y criminalización de substancias. El indiscutible fiasco de aquella política no fue freno a la aparición de una nueva prohibición, esta vez a la marihuana. Las presiones tuvieron varios frentes: el racismo contra mexicanos que migraban con sus cigarros de diversión, contra afroamericanos que interactuaban con blancos gozando del blues y jazz y los intereses crecientes de farmacéuticas que necesitaban patentar medicamentos y eliminar la planta que por siglos había ayudado a pasar las penas casi gratuitamente, más el sistema de represión policial.
En 1965 el Dr. Mechoulam aisló dos componentes responsables de muchos efectos de la planta: THC y CBD, afianzando a Israel como el centro mundial en investigación del uso medicinal de la marihuana. Uso descrito hace 5 mil años por el emperador chino Shennong y que hoy se respalda en estudios científicos para más de 200 enfermedades. En este lustro se describe el sistema endocanabinoide humano que muestra cómo producimos sustancias similares a cannabis en el cuerpo, para lo cual tenemos receptores que interactúan con marihuana en casi todas nuestras células. Empieza a entenderse por qué es eficaz la marihuana en combatir enfermedades tan diversas. Algunos ejemplos son la disminución de movimientos involuntarios que alivian los síndromes de Parkinson, Tourette y epilepsia, sobre todo en niños; regulación de autoinmunidad dando esperanza en esclerosis múltiple, artritis y lupus; ayuda a olvidar traumas como violaciones y guerras en estrés postraumático; o en la enfermedad contraria el Alzheimer, a recobrar memoria y pensamiento. Hace décadas se usa marihuana porque reduce los estragos de quimioterapia: dolor, depresión, insomnio, bajo apetito, diarrea y náusea, y ahora incluso promete curar distintos tipos de cáncer.
Una planta que solo necesita de agua y tierra en una maceta de nuestra casa se convierte en amenaza para industrias farmacéuticas y corporaciones que lucran de enfermedades y corrupción de sistemas de seguridad inútiles.
Frente a la discusión de la ley de prevención de drogas proponemos un trato ético basado en evidencia científica, guiados por técnicos con experiencia antes que por creencias e ilusiones morales personales. Desafiar el statu quo con un Instituto de Investigación de Drogas y Alcohol, que no necesita construir otro edificio sino dar recursos para traer científicos como el Dr. Guzmán y su equipo de la Complutense para los usos terapéuticos contra el cáncer y más enfermedades, proponer el cultivo estatal de marihuana en los abandonados terrenos de Yachay, regular su distribución y comercialización, etcétera. Les invito a volar, a no hacer más daño, a legalizar.(O)